Mi papá es un jardín
En diciembre de 2014 perdí a mi papá y poco después perdí una ciudad, o al menos eso sentí cuando me fui de Nueva York después de haber construido una vida aquí durante casi seis años. Me acuerdo de los últimos meses a través de la niebla, como si fueran parte de una película vieja (así se ve el mundo durante el duelo) y no volví hasta el verano siguiente, cuando vine a esparcir las cenizas de mi papá en el Shakespeare Garden.
Hoy pasé por el jardín porque necesitaba contarle cosas: que Leticia ya tiene tres meses y es simpatiquísima, que la familia que se mudó a nuestra casa decidió quitar la alberca, que por fin me aprendí de memoria el poema de Kipling, que una luz llamada Emilio está transformando la llanura de mis treinta y tres. Que ya no le tengo miedo a perder nada porque construí mi casa en mí cuando entendí que el único amor que cuenta es el amor dado en libertad.
Papá, Nueva York se ha puesto más bonita y volver siempre es fácil.
Me encanta que visitarte sea venir a ver las flores.
